miércoles, 25 de noviembre de 2009

Monte en un monstruo (I)

Debo empezar por decir que amo locamente las motos, desde que hace años tuve una chiquitisima que no corría nada y me dejaba botada en cada esquina les cogí cariño, nada como viajar con el viento golpeandome la cara.
Es por eso que emprendí este viaje, al parecer de nunca acabar, en moto por muchas, muchas, muchas, muchas y desgastantes horas.

Todo empezó la noche de un Jueves en Bogotá, donde quería tomar el último vuelo de la noche para viajar a Barranquilla, que era donde oficialmente iniciaba el viaje en moto.
Resulta que al llegar al aeropuerto no me dejaron abordar porque no aparecía en el sistema; por un error de la aerolinea tuve que esperar en una fila de 5 horas en el aeropuerto mientras luchaba por lograr que ellos aceptaran su error y me enviaran en el siguiente vuelo, que para mi desgracia era al otro día y no ese como lo tenía planeado. Luego de sufrir todas esas horas de fila, gente, reclamos y falta de recursos logre obtener tiquete para el otro con la adición de una muy buena noche en uno de los mejores hoteles de la ciudad, con transporte y comida incluida.
El siguiente día pude viajar, el vuelo salío retrasado y yo ya empezaba a pensar que el viaje no me convenía, pero ya entrada en gastos...
Llegué a Barranquilla, el calorcito me cayo muy bien y era feliz abandonado mis labores diarias en Bogotá. Disfrute el dia del viernes en esa ciudad, comiendo suero costeño al cual hace tiempo le cogí gusto.

El sabado a las seis de la mañana con el piloto dueño de un monstruo negro de 650 CC y 76.5 caballos de fuerza emprendimos viaje rumbo a Medellín, nos esperaban unas 18 horas en moto por las carreteras colombianas; yo super feliz, abrigada y bien agarrada empezaba mi viaje.

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